miércoles, 3 de noviembre de 2010

Otro cuento de los Viajeros del tiempo

Ni el futuro lo hunde

Un día yo estaba en la casa de mi tía Magdalena.
Siempre voy los fines de semana, en las vacaciones de invierno y verano. Cuando entré a su garaje vi en una caja  grande, entre todas las cajas que mi tía colecciona una antena larga que sobresalía de la caja, era una silla con muchos botones y aparatos. Yo en el momento tuve la idea de pensar que era una de todas las cosas que mi tía colecciona. Me emocioné y me quise sentar ya, cuando de repente vino mi pesado primo Alex.
-¿Qué haces?- me dijo
-Nada- le dije
-Pero estas  son las cosas de la tía, yo le voy a decir que se las agarraste.
-No, no, no, para, no le digas nada te voy a dejar usarla, si me prometes que no le vas a decir nada, ¿eh?
-¿Prometido?
-Bueno, bueno esta bien pero la uso yo primero.
-Sí, dale
Yo me hice la disimulada, me fui a la cocina a tomar un vaso de jugo y dejé a mi primo solo con la silla.
Mi primo se subió a la silla y vio un botón rojo que decía: “VIAJE EN EL PASADO”
A Alex le parecía un  poco extraño y tonto lo que decía aquella frase; corrió rápidamente hacia mí a decirme lo que leyó, yo fui a ver lo que pasaba; Alex se tropezó con algo y me empujó hacia la silla y sin querer apreté el botón rojo. Se hizo una luz blanca como si hubiera caído un relámpago, y Alex desapareció de mi vista, yo aparecí en un barco muy lujoso y lleno de gente rica, y ahí es cuando me di cuenta de que estaba en el “Titanic”.
Alex se asustó y decidió llamarme por el celu yo gracias a Dios lo tenía en el bolsillo; lo agarré y atendí desesperada, le dije:
-Alex, Alex, ayúdame, ayúdame a salir de aquí.
-Para nena no se ni donde estás cómo querés que te ayude
-Bueno no te precisás enojar así.
En ese momento se me ocurrió que se sentara en la silla y apreté el botón rojo.
Cerré el celular y en un instante apareció al lado mío.
Tres semanas después:
En una de esas tardes donde el aire cortaba del frío y el océano era un espejo de hielo; el Capitán y sus vigilantes divisaron un iceberg enorme ante ellos; demasiado tarde…
El viaje en el Titanic resultó ser toda una ilusión, Alex y yo volvimos a la realidad encontrándonos sentados en las mismas sillas en la casa de la tía. Sin embargo Alex descubrió que el botón rojo sí existía…
 Loana González y Alex Gallinger

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